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¿POR QUÉ GUARDO MI PUREZA?
Es dificil ser bueno.
Y tiene que ser así.
Porque ser bueno es ganar una batalla, y hasta ahora nadiea ha inventado batallas que san fáciles.
Don Javier López del Valle ya conoce el secreto que lleva al triunfo, sobre todo, desde que tomó parte en Cursillos de Cristiandad, invitado por su mujer. El secreto es la Comunión Diaria.
Pero ¡cuántas mañanas ha tenido que superar sacrificios verdaderamente heroicos para mantenerse fiel a su comunión!
Ocurría esta historia hacia el año 1950, cuando era obligatorio el ayuno total y absoluto desde las doce de la noche precedente para poder comulgar.
Algunas veces, después de haber estado toda la noche en tren por razón de sus negocios, don Javier llegaba a casa hacia las diez de la mañana, agobiado de cansancio, de hambre y de sed; pero no se permitía ni una gota de agua hasta después de haber comulgado; otras veces tenía que tomar el tren temprano y se iba a la Misa primera, aguantando con valentía el madrugón; otras veces era el dolor de cabeza que se le hubiera calmado con una aspirina, y sin embargo, lo aguantaba para no quebrantar el ayuno.
Así años y años.
Pero llegó un día en que le pareció recibir en un momento el premio de los sacrificos realizados durante muchos años por su Comunión Diaria.
Fue el día de San José, de 1951.
Se encontraba en casa por la tarde, leyendo tranquilamente una revista en el butacón de su despacho, cuando llegó su hijo Adolfo, que traía un papel en blanco.
―Hola, papá. ¿Me dejas escribir a máquina una línea?
―¿Sólo una línea? Ya puedes escribir, si quieres, dos y cuatro.
―No; sólo una línea.
Y Adolfo se sentó a la máquina de don Javier.
Este tené plena confianza en su hijo, un simpático muchacho de 14 años, que sólo proporcionaba hasta ahora alegrías y consuelos a sus padres, por su carácter dócil y cariñoso, por su aplicación a los estudios, por sus comuniones frecuentes.
Don Javier, como buen padre y buen educador, hacía que Adolfo se sintiera contento en casa, mostraba fiarse de él, le dejaba explayar sus buenas cualidades, sin meterse en su vida, ni exigirle cuentas de esas cosas pequeñas en que suele intervenir un muchacho estudiante.
Por eso no le preguntó qué iba a escribir a máquina en sólo una línea.
Adolfo sabía también que su padre tenía en él esa plena confianza, y no le dijo qué pretendía escribir, sino que se sentó tranquilamente ante la máquina, escribió su línea, recogió el papel, lo dobló, se lo metió en el bolsillo y salió.
Estaba pasando en casa aquella tarde de fiesta, jugando con sus hermanos y con un amigo que había venido convidado a merendar con ellos. Se divertían mucho, y hasta hicieron algo de circo y un poco de boxeo.
A la noche, el amigo se marchó, la familia rezó el Rosario, cenaron todos y… a dormir. Pero don Javier encontró un papel doblado en el suelo. Preguntándose aquién se le habría caído lo recogió, lo miró, y leyó esta línea escrita a máquina: « EL PENSAMIENTO DE QUE MI PADRE COMULGA TODOS LOS DÍAS ».
―Esto es lo que ha escrito Adolfo a máquina; pero… no sé que ha querido expresar aquí. ¿Un pensamiento que se le ocurrió de repente? Lo mismo hubiera podido haber escrito: “El pensamiento de que hoy es 19 de marzo”… En fin, se le habrá caído mientras jugaba y yo se lo dejo en el bolsillo.
Como su hijo estaba ya dormido, le fue fácil dejar el papel doblado en el bolsillo del muchacho, y se retiró.
Pasaron los días y don Javier asistió a otro de los retiros que dejaron huella inolvidable en su vida.
Porque fue la huella de una inmensa gratitud a Dios.
En una de las meditaciones, el Director espiritual les hablaba del combate para guardar la pureza en que todos los hombres estamos empeñados, sobre todo, durante la juventud.
Animaba a sus oyentes para que comulgasen con la mayor frecuencia posible y les dijo que quería referirles un rasgo que a él le había emocionado mucho y que para todos ellos, entre los cuales había bastantes padres de familia, también significaría una poderosa invitación hacia la Comunión Diaria. Les decía así:
« Por mi cargo de Padre espiritual en el colegio, he hablado varias veces a los muchachos acerca de la pureza, ya que ésta es la lucha que deben llevar adelante en sus años de adolescencia.
» Todo mi empeño es mostrarles la hermosura del alma en gracia de Dios, e infundirles estímulos que los ayuden contra las tentaciones interiores de la carne y las frecuentes atracciones del mundo hacia el pecado impuro.
» Y un día se me ocurrió decirles que, además del temor de Dios y del amor de Jesucristo, pueden influir algunos otros motivos para que un muchacho guarde la pureza, por ejemplo, el aprecio de su propia dignidad, el temor a contraer una enfermedad vergonzosa, el deseo de conservar muy poderosas sus facultades espirituales, etc. Y les dije que para comunicarse unos a otros sus deseos más nobles, escribiese cada uno en una línea sin firma, la respuesta a esta pregunta: “Prescindiendo ahora del temor de Dios, del cielo y del infierno, ¿qué pensamiento es el que más te anima para conservar tu pureza?”
» Pues bien: uno de los colegiales me escribió esta línea que puesta a continuación de la pregunta anterior, resulta sublime:
“EL PENSAMIENTO DE QUE MI PADRE COMULGA TODOS LOS DÍAS “ ».
Todos le escuchaban atentísimos. Todos captaron la belleza de aquel momento en que un jovencito, sintiendo la tentación impura, se acuerda de que su padre recibe a Jesús todos los días, y se enardece contra el pecado.
Y entre todos, don Javier sintió en sus ojos el empujón de las lágrimas. ¿Qué bien entendió ahora aquella línea escrita por Adolfo, con toda naturalidad, en la tarde de San José!
Propuso no decir nada a su hijo, pero dio gracias a Dios por haberle permitido penetrar en el secreto.
Y cuando aquella noche, Adolfo regresaba del colegio y daba a sus padres el beso de todos los días ―¡hola, papá! ―, notó que su padre le devolvía el beso con un cariño distinto al de otras noches, y hasta le pareció notar que tenía los ojos como quien ha llorado…
Pocos días después, don Javier se encontraba entre algunos amigos, también cursillistas de cristiandad, y comentaban cuánto vale para ser buen cristiano la Comunión frecuente.
Y pudo decirles con alegría inmensa: ―Yo sólo puedo añadir que, gracias a mi comunión diaria, tengo un hijo que es un sol.
* * * * *
Ésta sorprendente narración fue recogida por el P. José-Julio Martínez, SJ, Éstos dan con alegría , Editorial del Apostolado de la Oración – EDAPOR (Madrid, 1983 [Colección M.E.J. # 12]. ISBN: 84-85662-28-8), pgs. 48 – 51.
Base de Datos de Editoriales de la Agencia Española del ISBN (Número Estándar Internacioanl del Libro – Internatioanl Standard Book Number) de la SubdirecciónGeneral de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Ministerio de Cultura del Gobierno de España:http://www.mcu.es/webISBN/editorialDetalle.do?sidEditorial=3891&action=busquedaInicial&noValidating=true&POS=0&MAX=50&TOTAL=0&prev_layout=busquedaisbn&layout=busquedaeditoriales&language=es
Copias del libro referido están disponibles a través de Mundo del Libro – El sitio de los libros antiguos: http://www.mundodellibro.com/libros/estos-dan-con-alegria-narraciones-historicas_martinez-josejulio-ilustraciones-de-pripalmar_L0058q90iv40.html
Otras obras del autor pueden encontrarse en UNILIBER – Libros y Coleccionismo:http://www.uniliber.com/autor/jose-julio-martinez-l.html, y en IberLibro.com – Pasión por los libros: http://www.iberlibro.com/buscar-libro/autor/mart%EDnez-jos%E9-julio/
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