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¿HE COMULGADO?
HABÍA una vez una madre que tenía dos hijas llamadas Natalia y Antonia. No eran ellas las únicas, que hasta quince habían llegado a formar la corona de hijos en aquel matrimonio bendecido por Dios; mas sólo en estas dos me he fijado, porque Natali y Antonita, que así las llamaban, son las protagonistas simpáticas de la historia lejana que ahora os voy a contar.
Una historia que tiene el encanto de un cuento de niños y el perfume espiritual de una leyenda eucarística.
Eran amigas, además de hermanas. Natali tendría unos catorce años y Antonita doce.
―Háblame de Jesús ―le decía la pequeña al volver del Colegio. Y se sentaba a sus pies, y la oía hablar con el rostro encendido y la emoción del alma asomada a sus ojos bellísimos.
Natalia está enferma desde hace quinece días. Tan niña y ya siente la pena de ausencia de Jesús. Quiere levantarse para ir a comulgar y su mamá no se lo consiente: Que está muy débil, que haga una comunión espiritual, que lo primero es obedecer…
Callan sus labios, pero no calla su deseo: anhela recibir a Jesús.
Una tarde se atreve a insistir más que de costumbre, alegando no sé qué mejoría y la especial devoción que tendría en comulgar al día siguiente. Doña Teresa trata de convencerla repitiéndole que sería una imprudencia, que el médico no lo consiente. ¡Qué triste queda Natalia! Antonita lo observa todo y en su inocente corazón brota la flor de una plegaria que llega hasta su Madre del cielo:
―¡Virgen María, que mi hermana pueda comulgar mañana!
Y se acuerda de los ángeles y de las vírgenes que traen la Sagrada Eucaristía a los niños buenos…
Cuando por la noche se despide de Natali, oye la súplica de su hermana enferma:
―Antonita, pide a la Virgen que yo pueda recibir a su divino Hijo.
Se arraiga más en el corazón de la pequeña aquella flor de plegaria:
―¡Virgen María, que mi hermana pueda comulgar mañana!
―¡Adiós, Natali, hasta luego! ¿Qué tal has pasado la noche? ―es Antonita, que con su devocionario muy querido y su vestido negro sobre el uniforme de colegiala viene a dar los buenos días a la enferma.
―Tú vas a Misa y a comulgar ―le dice ésta―. Yo también quisiera comulgar, pero ¡no me dejan!
Por la calle va pensando Antonita en que su hermana quiere comulgar y no puede… Y piensa también que para Dios no hay imposibles…
Llega a la paroquia de Santa María, se arrodilla en aquel puesto suyo, junto al púlpito, donde estaba al abrigo de miradas y distracciones y con los ojos cerrados empieza su meditación matutina, sin olvidar su petición constante:
―¡Madre mía, que mi hermana pueda comulgar!
Ha transcurrido media hora. Se abre la habitación de Natalia y aparece una de las sirvientas con un vaso de leche. La niña siente pena ante el desayuno que se acerca: ya se va su esperanza; ya no podrá comulgar…
En esto…
―Espera, espera, Natai, ¡no tomes nada!
Así le grita su hermana, llegando presurosa, transfigurada de emoción. Y muy decidida hace salir a la muchacha:
―Llévate el desayuno. Ya te llamaremos después.
Obedece la criada y Antonita cierra la puerta con el pasador.
Es un momento conmovedor para las dos. La enferma no sabe qué va a ocurrir; pero ve que Antonita se arrodilla, que saca muy despacio el devocionario que traía oculto bajo la capa del uniforme y que en su rostro de cielo muestra la emoción interior.
―¡Te traigo la Comunión ! ―exclama radiante. Y abre el devocionario y entre dos estampas que había dentro, tal vez dos recuerdos de Primera Comunión de sus amiguitas, aparece una Hostia blanca.
―¡Toma! ―le dice. ¡Es Jesús! No toques con los dedos.
Y le acerca el libro, y recibe y traga la Hostia piadosamente, convencida de que es Jesús…
Antonita le da un beso y se despide diciendo:
―Da gracias, Natali. Yo también voy a dar gracias, pues acabo de comulgar. Luego te contaré…
Y desapareció por donde había venido.
Doña Teresa ha vuelto de su Misa diaria, y entra a ver a la enferma. La encuentra inundada en gozo y acompañada por Antonita que también ha vuelto ya y está de pie junto a la cabecera de su hermana, con cierta expresión de timidez, como si hubiera hecho algo…
―¡Mamá, he comulgado! ―grita Natali, por todo saludo, sin poder ocultar más tiempo la alegría que le baila en el corazón.
―¿Qué dices, chiquilla? ―responde su madre sorprendida y cariñosa.
―¡Qué sí, mamá, que he comulgado esta mañana!
―Vamos, vamos; no digas disparates… ¿Cómo vas a comulgar si no has salido de casa?
Natali insiste tan persuadida, que Doña Teresa ya no se atreve a negárselo. Mira a su hija menor y la ve de pie, con la cabeza baja, ruborosa, callada y humilde.
―Pero, por Dios ―pregunta temerosa― ¿qué habéis hecho?
Y Antonita, por toda respuesta, le dice levantando los dulces ojos:
―Mamá, no me riñas.
Y al ver la angustiosa interrogación en los ojos de su madre le contó:
―Yo llegué a la iglesia y me puse en el sitio de siempre, junto al púlpito. Yo pedía a la Virgen que mi hermana pudiera comulgar. Al oír la campanilla que me llamaba al comulgatorio, yo iba diciendo por el camino: “¡Jesús mío, que mi hermana pueda comulgar hoy!” Y al volver con Jesús en mi pecho, le decía lo mismo. Cuando de nuevo me arrodillaba en mi reclinatorio para dar gracia, abrí así un poquito los ojos y vi en el suelo una Hostia blanca. La miré impresionada y me pareció que me decía: “Yo soy Jesús: llévame a tu hermana”. Sin discutir más, me arrodillé ante ella, nadie me veía. Saqué dos estampas de mi devocionario y tomé entre ellas la Hostia , sin tocarla con los dedos. Corriendo la traje a Natali: ella la recibió y yo me volví a dar gracias por mi Comunión y también por la suya.
―Por Dios, hijas mías, ¿cómo habéis hecho eso? ¿Qué Hostia era aquella? ¿Quién la dejó allí? ¿Cómo sabéis si estaba consagrada…?
―Mamá, yo no sé nada de eso. Sólo sé que yo no podía dudar de que allí estaba Jesús y se lo traje a mi hermana. Creo que Él venía contento…
Doña Teresa no puede tranquilizarse hasta ir a la sacristía de la parroquia. Pregunta a unos y a otros: por allí no pasó ningún sacristán o monaguillo con hostias. Al fin, un sacerdote, muy piadoso y prudente, oye el caso y dice a la señora:
―Tranquilícese usted y dé gracias a Dios. Su hija ha comulgado verdaderamente. Mire: ayer, martes, en el altar de San Antonio, celebró su Misa don Patricio, un sacerdote muy anciano. En ella dio la Comunión , y por su mucha edad y poca vista, tuvo la desgracia de que el copón se le cayese con todas las Formas consagradas. De éstas, unas rodaron por el suelo, otras quedaron en el mantel del comulgatorio, otras se prendieron en los encajes del alba del celebrante. Recogieron todo lo mejor que se pudo e hicieron la purificación. Terminada la Misa , don Patricio se dirigió al púlpito con los mismos ornamentos sacerdotales, para rezar las oraciones de los trece martes de San Antonio. Es indudable que una de aquellas Hostias consagradas, sostenida tal vez en las vestiduras de don Patricio, cuando éste hizo un pequeño esfuerzo para abrir la puertecita del púlpito, cayó al suelo y allí estuvo veinticuatro horas esperando al alma que suspiraba por recibirla… ¡Maravillos caminos de dios, que se vale de cualquier acontecimiento para conceder las peticiones de sus hijos inocentes…!
Esta es la historia que, aunque sabe a leyenda eucarística, no se aparta ni un punto de la verdad. Os la he referido tal como me la contó la misma Natalia, que, bajo sus tocas de Religiosa Hija de Jesús, conservó encendido el recuerdo de aquellas confidencias fraternales con un ángel que pasó por este mundo como se pasa sobre las losas de un templño, de puntillas y sin tocar apenas la tierra con los pies…
Cuando me refería el momento de su Comunión, con aquella llegada misteriosa de la niña, que le dice: ¡Toma: es Jesús! No toques con los dedos, yo esperaba que me dijera después: “Todo fue un sueño, hijo de mi fiebre y de mi ardiente deseo”. Pero me dijo: “Cuando yo veía aquella Hostia entre las estampitas de mi hermana pensé: ¿No dicen que a San Estanislao le llevaron la Comunión los ángeles? Yo no soy santa, pero mi hermana es un ángel… Y comulgué de sus manos, convencida de que recibía a mi Señor Jesucristo”.
―Mi hermana es un ángel… La que con esta fama de santidad pasó por el mundo y terminó su carrera habiéndose ofrecido como víctima de salvación por una persona querida, se llamó en vida Antonia Bandrés Elósegui [1] [2]; el proceso de Beatificación está terminado y el libro de su historia completa, titulado Ofrenda y mensaje, ha pasado por el mundo y ha desplegado ante miles de jóvenes rutas de santidad...
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Ésta sorprendente narración fue recogida por el P. José-Julio Martínez, SJ, Éstos dan con alegría, Editorial del Apostolado de la Oración – EDAPOR (Madrid, 1983 [Colección M.E.J. # 12]. ISBN: 84-85662-28-8), pgs. 174 – 178.
Base de Datos de Editoriales de la Agencia Española del ISBN (Número Estándar Internacional del Libro – International Standard Book Number) de la Subdirección General de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas, Ministerio de Cultura del Gobierno de España: http://www.mcu.es/webISBN/editorialDetalle.do?sidEditorial=3891&action=busquedaInicial&noValidating=true&POS=0&MAX=50&TOTAL=0&prev_layout=busquedaisbn&layout=busquedaeditoriales&language=es
Copias del libro referido están disponibles a través de Mundo del Libro – El sitio de los libros antiguos: http://www.mundodellibro.com/libros/estos-dan-con-alegria-narraciones-historicas_martinez-josejulio-ilustraciones-de-pripalmar_L0058q90iv40.html
Otras obras del autor pueden encontrarse en UNILIBER – Libros y Coleccionismo: http://www.uniliber.com/autor/jose-julio-martinez-l.html , y en IberLibro.com – Pasión por los libros: http://www.iberlibro.com/buscar-libro/autor/mart%EDnez-jos%E9-julio/
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NOTAS:
[1] Beata María Antonia Bandrés y Elósegui, F.I., religiosa de la Congregación de las Hijas de Jesús fue beatificada por Juan Pablo Ii el domingo 12 de mayo de 1996. Homilía de Beatificación: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/homilies/1996/documents/hf_jp-ii_hom_19960512_beatificazioni_it.html
[2] Discurso del Santo Padre Juan Pablo Ii a los Participantes en la Ceremonia de Beatificación de la Madre Cándida María de Jesús Cipitria y Barriola, F.I. y de Sor María Antonia Bandrés y Elósegui, F.I., lunes 13 de mayor de 1996: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1996/may/documents/hf_jp-ii_spe_19960513_beatif-candida_sp.html
REFERENCIAS:
● Congregción de las Hijas de Jesús: http://www.hijasdejesus.org/
● Congregación de las Hijas de Jesús en Tolosa, Euskadi: http://www.hirukide.org/index.php?option=com_content&view=article&id=21&Itemid=41&lang=es
● Catholic.net Inc.: María Antonia Bandrés y Elósegui, Beata – Religiosa, Abril 27: http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=36399
● EuskoMedia Fundazioa: aee. Auñamendi Eusko Entziklopedia: Antonia Bandres Elosegui: http://www.euskomedia.org/aunamendi/10940
Beata María Antonia Bandrés y Elósegui, F.I.
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